Cuando encendió la luz un grito desgarrador despertó a toda la vecindad. De soslayo advirtió el peligro. Su salvación no solo dependía de la rapidez, sino de la astucia para esfumarse. Huyó por la única puerta entreabierta donde reinaba la oscuridad más absoluta. Tropezó; un pequeño corte sin más consecuencias que la de caer chapoteando en un charco maloliente. Sin apenas tiempo avisó a la gran familia. Una cochambrosa tubería le sirvió para escalar hasta otra altura más segura, pero la luz que se colaba por una rendija del fondo la dejó al descubierto. Y una potente lluvia cayó sobre su cuerpo sudoroso, desvalido, sin fuerzas para avanzar. La garganta reseca, casi agrietada le ocasionó la disnea de una lenta asfixia. Retorciéndose entre estertores con el suplicio de las entrañas chamuscadas, alcanzó a escuchar: «Tranquilízate mi amor y volvamos a la cama. Mañana fumigarán»
© Oteaba Auer
Me encanta!!!
Adoro los buenos relatos y más adoro, cuando tienen final inesperado!!!!
Felicitaciones!!!!
Besossssssss
Muchas gracias, Gizela
Qué alegría me da saber que te ha gustado.
Besos!
El punto de vista, la perspectiva de este microrrelato desde el bicho, la cucaracha, le da una fuerza enorme a este microrrelato.
Tiene una gran fuerza y permanece en la memoria tras leerlo, ¡felicidades!
Un abrazo, Oteaba.
Muy amable, Isabel.
Un abrazo