Apenas era una recién nacida, allá por el 2007 dC, cuando gané el agradecimiento eterno de mi creadora. Me introduje en algunos cuadros de Van Gogh para hacerle llegar la emoción de lo que significaba sentarse en una silla del dormitorio, pasear por el jardín del asilo donde estuvo recluido, tomar café en una de sus terrazas, tocar las sillas vacías y algunos óleos más…¡Claro que en la vida real podía visitar lugares donde pasó su existencia! Esto era otra cosa.
De postre la llevé a la Noche Estrellada. Yo no imaginaba que la mujer se descolocaría toda. ¡Había que verla impregnándose bajo aquel cielo pixelado! Entonces supo que no moriría sin ver la obra original. Y por aquello de que en cualquier momento la parca se empeña en visitar a los humanos, preparó maleta y voló, sin importarle lo lejos que estaba esa noche pintada por un “loco” recluido en Saint Remy.