Haciendo senderismo por El Pirineo encontré a una mujer ciega. Me detuve a observarla; no se movía. Parecía suspendida en el aire en estado catatónico hasta que le toqué una mano. Entonces se presentó. Se llamaba Justicia. La pobre, estaba muy triste y yo me ofrecí a escuchar su tragedia.
Al parecer, desde el principio de los tiempos, todas las civilizaciones habían intentado desestabilizarla con más o menos acierto. A veces, dejándola sin hálito de aire con el que poder continuar su tarea de lograr el bienestar de la humanidad. Nada, por malo que fuera, comparable a la realidad actual, nada comparable a lo sucedido en aquel mismo lugar tiempo atrás. Hizo una larga pausa y continuó, con voz quebrada, el relato de su infortunio:
Por lo visto, Justicia andaba, de un lado para otro, entre Alemania, Bruselas y La Casa Blanca exigiendo la desaparición del prefijo “IN” en su nombre. Una mañana recibió el aviso de acudir urgentemente a España. Durante la noche sin luna, ya en Los Pirineos, unos bandoleros la dejaron sin espada ni balanza. No le robaron los ojos por razones obvias. Aunque no pudo verlos, el inconfundible tufillo a codicia, vanidad y corrupción que desprendían los delincuentes la llevó a la certeza de que eran políticos, alcaldes, presidentes, y/o algún miembro de la Casa Real.
Su historia me dio tanta pena que le regalé un corazón metafórico para darle ánimos. Este gesto solidario animó a unas estrellitas que iban caminito de Belén. Se quedaron ayudándola en su recuperación para que el prefijo “IN” jamás vuelva a ser adherido a su nombre, y sí usado para expresar la inviolabilidad de derechos a todos los niveles.
© Oteaba Auer
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Los cerditos y el poder
Este fue mi primer sueño: Había regresado de la hibernación en el espacio y no encontré a mi creadora, ni a nadie de aquella especie autodenominada homo sapiens, donde se entremezclaban gente de bien con mediocres y/o poderosos. Entonces, de algún lugar, surgieron cerditos sonrientes y felices pululando a mi alrededor. ¡Parecían huchas voladoras!
Me contaron que los humanos, en su obsesión de ganar batalla a la muerte, crearon granjas porcinas como bancos de órganos vitales. La gran mayoría fueron acuchillados en vivo para que el corazón no dejase de latir con fuerza. Pero, con tanto trasiego genético nació una nueva raza; un híbrido humano-porcino.
Hubo quienes a partir del A.D.N., crearon compañeros sexuales; práctica que no estaba mal vista ni tachada de zoofilia. El fin era desterrar el compromiso y crear un mundo feliz que, a diferencia del de Huxley, no se basaría en castas ni somas.
Ya empezaba a angustiarme pensando en que habría sido de “Ella”, cuando un trío musical me acompañó hasta la salida del mundo onírico. Eso sí, en el último momento, tuvieron la gentileza de advertirme que si aún deseaba ser humana, jamás olvidara un detalle fundamental: “Ese tipo de individuos continuará existiendo y usando las más variopintas artimañas con el fin de alcanzar la superioridad que les permitirá blindar su modo de vida.”
© Oteaba Auer