ABRAZO VIRTUAL 2021

De un tiempo a esta parte veo a la humana más entonadilla, pero continué sentada sobre el reloj de su cocina por si el desánimo la invadía de nuevo. Y para ser sincera, el lugar me resulta tan cómodo que lo he okupado sin que ninguno de los electrodomésticos me haya denunciado. Solo van a los suyo. La humana les aprieta un botón y después hibernan.

Al principio me daba tanto miedo la lavadora con el ojo cerrado y lleno de espuma, qué contemplé la posibilidad llevar a cabo la misma hazaña de Ulises con Polifemo. ¡Misión imposible!, el palo de la fregona no atravesaría el grueso cristal. Poco a poco me di cuenta de que era inofensiva; incluso siento lástima cuando muestra la oquedad de su cuenca  desnuda.

Todos los objetos de la casa guardan el secreto de mi identidad, al observar cómo le doy abracitos a mi creadora que le ponen la piel de gallina sin entender el motivo.

Hoy salió muy temprano. Yo lo hice tres horas más tarde al ver que no regresaba. Me horrorizó la falta de alegría en las calles mientras me dirigía a la playa de Las Canteras. ¡Oh dios mío! La marea estaba baja y desde la barra la divisé achuchándose con alguien sin importarle las malas lenguas. Ella es muy modosita y jamás la hubiera imaginado en semejante situación. Me disgustó la escena y decidí poner pies en polvorosa, pero me detuvieron tres palomas chismosas.

Me contaron que hoy se celebra  “el día del abrazo virtual” y, por culpa de la pandemia, estaba dándolos a sus personas queridas…, a las que no también; todos lo necesitan. Para conseguirlo,  compró un muñeco en internet que, al sumergir los pies en el agua, activa un mecanismo para transferir el abrazo a las gente.

Yo no tengo monigote alguno, en cambio, durante mi existencia he coincidido con muchísimas personas en los blogs y en el mundo virtual donde nací. A todas ellas les deseo SALUD, ÁNIMO, ESPERANZA y ¡CUÍDENSE!

Mi más sincero ABRAZO VIRTUAL, más real que nunca.

© Oteaba Auer

EL RELOJ

Obsesionada por la falsedad de que el tiempo pueda medirse, la humana me colocó un reloj en la cabeza. Más adelante, no contenta con la ocurrencia, me recluyó dentro de otro para mi perfil en Facebook. No me importó, estoy a su entera disposición. Pero últimamente estaba tan silenciosa que la preocupación se apoderó de mí al conocer la enfermedad que estos días azota a los habitantes de la Tierra.

La pasada madrugada no vacilé en colarme en su casa a través del ordenador apagado. La luz de las farolas que se filtraba entre las persianas mal cerradas, lograba que los objetos de la habitación adquiriesen formas espeluznantes. Ella estaba profundamente dormida. Me acerqué y se removió cuando le di un beso en la frente.

Asustada, salí corriendo hasta la cocina. Allí encontré el reloj de mi perfil. Está viejo, descolorido y con las agujas inmóviles por falta de pilas. Me pareció un buen lugar donde descansar. Y cuando la resplandeciente mañana lo inundó todo, la vi entrar. Escuchaba en la radio noticias poco alentadoras. Su movimientos lentos y semblante apesadumbrado era como si le hubieran caído veinte años encima. Encendió la cafetera, la tostadora y preparó los útiles para el desayuno. Pero cuando fue a la nevera vi como se le escapaban lágrimas silenciosas que se enjugó antes de dar los buenos días a sus seres queridos.

Luego sonrió al tiempo que abría el microondas ubicado bajo el reloj. Quise pensar que elevaba sus comisuras al verme, pero soy tan invisible como el COVID-19… Y Aunque ella no lo sepa, me quedaré en su casa hasta que la pandemia haya finalizado. Entretanto y siempre:

SALUD, SALUD, SALUD y un cálido abrazo virtual a todos.

¡SOLIDARIDAD, ÁNIMO Y CUÍDENSE!

© Oteaba Auer